(Ya traté este tema en un video, mira más abajo; este artículo es para fines documentales, por lo que la versión del artículo es del mismo)

Las personas son el producto de su entorno: eso es correcto en su totalidad, en general; un entorno estable produce personas estables. Y lo contrario, sólo eso: lo contrario- y así sucesivamente. «La manzana no cae del árbol» es un dicho (global) que se refiere exactamente a este tema. A continuación lo explico en detalle.

Los factores que deciden la personalidad de alguien son la duración de la vida y el sexo (principalmente); el crecimiento más fuerte tiene lugar (son estimaciones, tenlo en cuenta) desde los 0 años (es decir, desde el nacimiento) hasta los 12, y a partir de ahí disminuye gradualmente. Aproximadamente, el 65% del crecimiento se produce entre los 0 y los 12 años, entre los 12 y los 18 años el 25% y el 10% restante entre los 18 y los 25 años. A partir de ese momento, la personalidad está (más o menos) «grabada en piedra» y será necesario un gran esfuerzo para alterarla, ajustarla o modificarla de cualquier forma. El género entra en juego en función del sexo del niño en cuestión; los niños se parecerán a las figuras masculinas a las que hayan estado más expuestos en relación con las edades mencionadas, y las niñas a las figuras femeninas de la misma manera.

La lógica práctica de esta teoría es que, según la composición del ser humano, el cuerpo astral (es decir, el espíritu) crece a la par que el cuerpo físico; un cuerpo físico que crece sano y fuerte porque ha crecido en un entorno constructivo será precisamente eso: sólido y estable. Un cuerpo astral, lo mismo. No necesito señalar qué tipo de persona producirá un entorno negativo… y eso es todo.